domingo, 17 de octubre de 2010

La repetición de un texto irrepetible sobre Cortázar

"Si tuviera que dar la vuelta a Julio en 20 minutos haría esto: en el primer minuto hablaría de cómo Cortázar ponía el oído encima de las palabras y oía dentro de ellas llegar un tren y cómo en ese tren nos quedamos atrapados todos sus lectores y cómo nos quedamos atrapados como si el tren fuera de juguete, dando vueltas una y otra vez, en el mismo sentido que Cortázar daba a las palabras que escribía.

En el segundo minuto diría que las llenaba de muelles y las estiraba y les rompía los cristales y las cascaba como si fuesen nueces para encontrarles dentro su almendra y les bajaba la cremallera para dejarnos a nosotros desnudos.

En el tercer minuto le llamaría algunas cosas. Le llamaría por ejemplo aprendíz de él mismo o cronopio en jefe o el gran domador que hizo pasar por el aro a los diccionarios y galopar alrededor de las pistas a las gramáticas.

Quedan 16 minutos de una brillante exposición que Benjamín Prado hizo en la casa de América de Madrid allá por el mes de abril de este 2010. Podéis darle al play en este vídeo, o seguir leyendo más abajo. Haced como prefiráis, pero no dejéis de leer, no dejéis de escuchar, no dejéis de aprender, no dejéis de disfrutar.



"En el cuarto minuto diría que cuando Cortázar encendía su pipa, la pipa se ponía en forma de saxofón y el humo olía a música de jazz, olía a Charlie Parker, olía a Miles Davis.
El 5º minuto lo utilizaría para asombrarme por el modo en que todas las palabras que escribía Julio Cortázar forman un solo lenguaje, igual que si dentro de sus frases estuviesen en un jam session.
En el sexto minuto me arrodillaría ante él por ser un explorador que solo buscaba y buscaba por darse el gusto de huir de lo encontrado como hace por ejemplo en el libro de Manuel.
En el septimo minuto le aplaudiría por contarnos todas las mentiras de lo visible y por contarnos todas las verdades de lo inventado, que es lo único en lo que merece la pena confiar.
En el octavo minuto querría explicar cómo al contrario que esos que por alguna extraña razón se llaman a si mismos conservadores mientras lo destruyen absolutamente todo, al contrario que ellos él rompía el idioma para restaurarlo, lo desataba, le desataba los nudos a la semántica, le abría los grifos a la ortografía, le abría las cercas a los adjetivos, como quien deja libres a unos caballos, como hace en el corral de Rayuela, por ejemplo.
En el noveno minuto confesaría que al leerlo, lo que aprendí no es más que la tapadera de lo que se ignora, o a veces la sombra de lo que se teme.
En el décimo minuto recordaría que lo conocí una noche y que en la mesa estaba sentado Rafael Alberti y que él me preguntó si yo quería escribir, y que cuando yo le contesté que sí, que quería escribir él me dijo, ¿y puedes escribir al lado de Rafael Alberti? Hombre, al lado de Rafael Alberti es un poco difícil, y él me dijo, no te preocupes, apilá, apilá no más. Y yo intentaba apilar todos estos años.
En el undécimo minuto lo llamaría mago por la manera en que dibuja la geometría de lo irregular, de lo desigual, y de lo distinto.

En el minuto número 12 me convertiría en él y os preguntaría, por qué escribir lo que se puede inventar, y les diría, lean otra vez Las Babas del diablo o La noche boca arriba, o lean por ejemplo casa tomada.
En el minuto doce más uno me dejaría crecer su barba, igual que él se dejó crecer la barba del Ché y me dedicaría a descubrir las amenazas de lo inocente, los infiernos que oculta lo que parece inofensivo.
En el minuto número 14 me pondría su camisa de explorador y buscaría la frontera de cada palabra, y la cruzaría y quemaría su bandera.
En el minuto número 15 les convencería en que no hay equilibrio más hermoso que el equilibrio de lo que se tambalea.
En el minuto número 16 encontraría dentro de Julio el lujo y dentro de Cortázar el azar y diría que eso y todo lo demás que esconden su nombre y su apellido son eso, el lujo del azar, o el azar cortado en dos Julios.
En el minuto 17 les contaría que cuando doy con lo que encontraba al escribir bailo tregua y catala, igual que los conopios y las famas.
En el minuto 18 afirmare que el que después de leer a Julio Cortázar no se haya vuelto argentino es que no tiene corazón .
En el minuto 19 diré que si tuviese que elegir un libro para llevármelo a una isla desierta lo habría escrito él y además soñaré que por esos azares cortazarianos algún día, dentro de mucho tiempo, en algún lugar, quizás las cuatro personas a las que les he dado los cuatro trozos de este texto irrepetible, porque lo he escrito esta tarde en mi casa con un rotulador verde quizá se encuentren entre ellas, quizá tengan que compartir su vida, quizá tengan que compartir su vida conmigo, quien sabe. Sino el texto no volverá a estar completo nunca más.
Y en el minuto veinte pensaba decir que es imposible hablar de Julio Cortázar en 20 minutos, pero como veo que lo que ha pasado es lo contrario, que me sobra tiempo, me daré cuenta de que a los minutos de Julio Cortázar quitándole los veinte segundos a cada minuto de la realidad tienen unos treinta y tantos o cuarenta segundos uno se vuelve cada vez mucho más, y mucho más jóven.
Gracias".
Y así repetimos en tinta negra y letra de imprenta, aquellas cuatro hojas de boli verde que un día Benjamí esparció y que ahora hemos vuelto a reunir. Para Julio Cortázar.

2 comentarios:

Marta Ávila dijo...

Sííí, ¡Qué geniales, Eli! Es curioso y genial cuando las palabras se tiñen de significados que no encuentras en los diccionarios, por eso me enamoré yo de la tinta de Cortázar desde el principio. Ahora que lo escucho de nuevo todo junto, no sé con qué minuto quedarme, ¡Qué jefe este Benjamín! "Naaa, lo escribí esta tarde en casa con rotu verde", ja,ja,ja. Pero... , eso sólo es posible para quienes tienen un lucecita especial y saben ver 'la frontera de cada palabra'. Me encantó estar allí,y fue un placer llevarme un trocito verde de minutos. Ya están unidas esas bellas imágenes que calzan tremenda justicia con Cortázar(ya lo merecían, carajo, ja,ja,ja); tengo el presentimioento de que se volverán a juntar los cuatro trozos y, un día, las manos que lo escribieron amanecerán con el manuscrito desprevenido de sorpresa.Más besos

Lucía Angélica FOLINO dijo...

"...Es una carta de amor, que se lleva el viento pintado en mi voz, a ninguna parte, a ningún lugar..."