sábado, 30 de mayo de 2009

La feria de junio

Ayer comenzó en Madrid la feria del Libro 2009. Una fiesta de la lectura que cada año congrega a miles, de lectores, de editores, de libreros, de escritores... todos girando en torno a la literatura, enfrascados en un trueque del que todos salen ganando.

La feria aún no ha programado firmas de Benjamín Prado para esta feria. El año pasado estuvo y entró en el cartel cuando ya había transcurrido una semana. Esperemos que este año sea igual, y que la feria más hermosa no se quede sin él.

Con retraso, pero el artículo del jueves acaba llegando.

La feria más hermosa.
Por Benjamín Prado. El País.

Llegan los días más bonitos del año a Madrid, que son los de la Feria del Libro, con sus tres fines de semana llenos de escritores y lectores que se juntan en el Retiro como las dos mitades de una naranja. A Juan Urbano, que siempre le han fascinado los rituales de la cultura, esos que hacen que miles o cientos o decenas de personas se reúnan en un estadio, un auditorio o una sala de conferencias a escuchar a un cantante, un actor o un poeta y compartir con ellos la fruta de la inteligencia, le parece maravilloso que exista esta costumbre de los libros firmados, el ceremonial de las dedicatorias que pone el autor en las primeras páginas de su novela, por ejemplo, y que, de algún modo, al poner allí el nombre del lector como quien deja caer una gota de tinta en un vaso de agua, lo transforman en otro personaje de la obra, le sellan el pasaporte de ciudadano del país de la ficción.

Juan Urbano lo ve de ese modo, cree que firmarte un libro es añadirte a él, y en esta época del año, unos días antes del primer sábado de la feria, suele repasar algunas de las dedicatorias que tiene en su biblioteca, sacar un libro en el que pusieron su dedicatoria y su firma Borges, del que aún recordaba lo delicadamente que trazaba su firma sobre el libro, como si creyese que era de cristal y se podía romper; o Rafael Alberti, que además hacía dibujos maravillosos, palomas, bailarinas o sirenas de colores, hasta que alguna Pájara Pinta le prohibió hacerlo argumentando que eso "bajaba su caché como pintor"; o Ángel González, con su caligrafía un poco infantil que, si lo piensas, tenía la misma voluntad de ser entendida que tienen sus poemas; o Vargas Llosa, que escribe las dedicatorias atravesadas y con letras decididas que se parecen a un apretón de manos firme...

Al mirarlas, Juan Urbano se acordaba del día que esos y otros maestros las hicieron, de la fila de lectores que esperaban pacientemente su turno, de la breve conversación con los autores, de sus dedos armados con un bolígrafo, moviéndose sobre la hoja de cortesía, y del momento de apartarse del jaleo y ver qué le habían puesto, de estudiar su letra... Lo fantástico de la Feria del Libro es que tantos miles de personas hagan lo mismo que él y mantengan esta maravillosa tradición viva.

La verdad es que en España se sigue leyendo poco, y que por desgracia en eso estamos al fondo de Europa, y tal vez la Feria del Libro debiera servir, entre otras muchas cosas, para que los políticos que deben de gestionar el desarrollo de nuestra cultura se den cuenta de que si eso ocurre, si se lee poco, no es porque a la gente no le interesen los libros, sino porque no los tienen al lado, enfrente, al alcance.

Hay que cambiar radicalmente los planes de estudio, hacer que los estudiantes lean lo que no leen ahora, convertir la literatura en una de las piedras angulares de la educación, en lugar de mantenerla como un adorno, un complemento. Hay que hacer planes de fomento de la cultura y ayudar a las editoriales lo mismo que ayudan a los bancos, que lo necesitan menos. Si no ocurre eso, sino todo lo contrario, será porque nuestros gobernantes creen que en este mundo la economía importa más que la cultura, que es la opinión de los bárbaros. En los años treinta, cuando los políticos se tomaban en serio la cultura y pusieron en marcha la Institución Libre de Enseñanza, la Residencia de Estudiantes, las Misiones Pedagógicas o La Barraca, el teatro ambulante que dirigía Federico García Lorca, todo eso dio lugar a la llamada "edad de plata", hizo que apareciera la generación del 27, que es el resultado de esa estrategia política y no algo surgido por casualidad, porque, más o menos a la vez, nacieran Alberti en Cádiz, Cernuda en Sevilla o el propio Lorca en Granada.

Ojalá que la Feria del Libro siga siendo la fiesta que es, pero que deje de ser la excepción que confirma la regla de que en España siempre se ha leído y se leerá poco. No es verdad, porque éste es un país de grandes lectores, que lo son hasta tal punto que, siendo tan pocos, son suficientes para mantener en pie una poderosa industria editorial. Lo que hay que conseguir es que el resto de los ciudadanos también se acostumbren a leer. Si eso sucede, todo irá mucho mejor.

jueves, 28 de mayo de 2009

Mas que mil palabras de regalo

De regalo de cumpleaños Benjamín Prado nos envía, de su puño y tecla, a todos, estas fotos de su recital poético junto a Joaquín Sabina:





Que se suman al album de aquella noche, cada vez más completo (se aceptan aportaciones prados.urbanos@gmail.com):

miércoles, 27 de mayo de 2009

Dos poetas soplan la vela de un año de blog

Hace un año comenzaba este blog "con un padrino de lujo" y un "apretón de manos". 275 post por medio, 365 días pegado al ordenador, y mucha, mucha información sobre un escritor, Benjamín Prado, que admiro y al que empecé siguiendo por puro egoismo, para disfrutar con su obra, y al que un día decidí compartir.


Un año después el mundo gira y 360º más allá Benjamín Prado y Sabina vuelven a protagonizar un post. En esta ocasión con motivo de la exposición Written Portrait de Patti Smith, en el Tea, de Tenerife. En ella estos dos artistas actuaron y TRIUNFARON, en las mayúsculas más grandes de la poesía. Medio millar de personas, palmas a la poesía, canciones para acabar y diversión, entre los presentes.

Eso, por lo menos, dicen las crónicas, que las hay, y muchas. Y que nos ha facilitado, en sus versiones en papel, en un pdf, que os podéis descargar aquí, Emilio Ramal el responsable de Actividades del Tea y organizador del recital (¡Mil gracias), culpable, también, de las extraordinarias fotos que acompañan al pie del post. No podré contarlo mejor, así que a continuación queda eso, para vuestra consulta y disfrute (en las versiones on line de los diarios):

Los dos artistas han sido portada del diario de Avisos, titulado como "La rota voz de Joaquín Sabina llena de sonora poesía Tenerife Espacio de las Artes", donde en páginas interiores titulaban "Canciones como poesía y viceversa"; al igual que en Opinión, con "Dos canallas muy señores" en la portada, y "Sonetos en voz rota", en una gran crónica interior. El Día, con su "Encuentro de poetas urbanos", cierran el repaso a la prensa isleña que se ha hecho eco de este espectáculo.


Entre lo mejor de la noche destacamos, además de las extraordinarias imágenes: El sombrero a lo Leonard Cohen de Benjamín Prado (que al parecer le quitó a Sabina antes del concierto y acabó en manos de alguna dama) "para poder descubrirme ante ustedes", dijo al público asistente. Y palabras de Sabina, como "me sigue pareciendo un milagro que, sin grandes altavoces, sin música, se llene un espacio para escuchar poesía". "Los poetas dicen que al lugar donde uno ha sido feliz no vuelvas nunca, pero a mi me gusta regresar a Canarias y a Tenerife", y Sabina se metió al público en el bolsillo.

Cada uno reclamando su autoría leyeron, "Cuando aprieta el frío" (Que es "la primera canción que escribimos juntos, aunque después, como decía Joaquín, "cuando no se me ocurre nada, por una coincidencia de felicidad doméstica, coincide que a Benjamín su novia lo deja. Y yo le digo: Benja, vamos a aprovechar esto y sacar algo de dinero. Esta vez decidimos irnos a esa preciosa ciudad que se llama praga y nos dieron las tardes y las noches para escribir el nuevo disco. Queríamos canciones de desamor y nos salió una con mucho amor" (la que cantaron).

Además, recitaron, cada cual la suya, "A mi hermano Joaquín para que no se olvide", "Adefesio" (a la mujer de Alberti), "La canción más hermosa del mundo", y acabaron entre palmas, con guitarra, cantando al unísono "Menos dos alas", la nueva canción del disco de Joaquín Sabina, escrita a cuatro manos con Benjamín Prado, como homenaje a Ángel González.

Una noche en la que, como dicen el el diario de Avisos "Dos amigos, Prado y Sabina, derrocharon buen humor y poesía".


martes, 26 de mayo de 2009

Modera y presenta en Vitoria

Como en Barrio Sésamo: hoy vamos a ver la diferencia entre noticia y anécdota.

Una noticia es, por ejemplo, que Benjamín Prado estará mañana en Vitoria. Artium ha invitado a Benjamín Prado a moderar y presentar el club de debate con motivo de la exposición de "Francesc Torres", Oscura es la habitación donde dormimos. Una exposición que, según el programa, "pone de manifiesto la importancia de debatir ciertos aspectos referidos a la memoria histórica y los sucesos acontecidos durante, y después, de la Guerra Civil española. En ella, numerosas víctimas fueron ejecutadas y enterradas en fosas comunes con la intención de forzar un olvido imposible por parte de sus familias. Para profundizar en todos estos aspectos, ARTIUM, de la mano de Cadena Ser y Diario de Noticias de Álava, ha invitado a profesionales del ámbito de la cultura, la ciencia y la historia para que aporten su visión sobre la recuperación de esta memoria. Uno de esos profesionales es Benjamín Prado, "activista" de la memoria histórica, quien moderará las intervenciones, mañana jueves, de Francesc Torres, artista catalán (a las 20:00) y de Ian Gibson, escritor de origen irlandés, autor, entre otros de "Lorca y el mundo gay".

O como publica Noticias de Álava...

Pero no es noticia, sino anécdota,pese a leerlo en la prensa, ADN para más señas (aunque el teletipo debe ser de EFE), "El presidente de Cantabria, Miguel Angel Revilla inauguraba una campaña promocional de productos de su comunidad en una sala VIP de Iberia en la terminal 4 del aeropuerto de Barajas, donde ha coincidido con Sabina y el escritor Benjamín Prado. El presidente se ha acercado a ellos con un plato de "este caviar cántabro" y les ha invitado a una degustación, mientras se interesaba por sus proyectos actuales. Sabina y Prado se disponían a tomar un vuelo a Tenerife donde hoy participarán en una lectura de poemas en el "Tenerife Espacio de las Artes". Después de comerse "este boquerón en salazón" Sabina ha comentado a Efe, entre risas, que "a la tercera anchoa se siente uno cántabro".

lunes, 25 de mayo de 2009

Prado-Sabina, al alimón por Patti Smith

Una noticia no es lo más por estar repetida, así que en ésta, además de decir que mañana Benjamín Prado y Joaquín Sabina actuarán a las 21:00 (nuevo horario facilitado por la organización), en el Tea (Tenerife espacio de las Artes) (como ya informé en su momento), he de dar buenas nuevas. Como lo es el hecho de que Benjamín Prado firme libros, una ahora antes aproximadamente, en la tienda de TEA. Una buena oportunidad para acercarse al autor y preguntarle, proponerle, decirle, lo que sea. No en vano es, como dicen en el teletipo de Europapress, "un escritor "puntero"".

Por cierto, este recital, y el que hoy hayan dado García Montero y Miguel Ríos, se enmarca dentro de las actividades paralelas a la exposición homenaje a Patti Smith "Written Portrait", nada raro, si recordamos que Benjamín Prado ya escribió el prólogo del libro de poesías de Patti que se presentó en el Artium de Vitoria.

Pero no queda ahí la novedad:

- El miércoles, 27 de mayo, Benjamín dará una charla en Vitoria.
- El día 10 de junio estará en La Habana, en un congreso sobre Alberti que él mismo ha organizado.
- Este Verano, quizá, le veamos haciendo algún bolo, en alguna Villa, a la hora de los gigantes (y hasta aquí puedo escribir).

domingo, 24 de mayo de 2009

¿Y si pongo Antonio Vega?

Le editorial Demipage ha publicado un libro con las letras de las canciones de Antonio Vega. Ya lo adelantó Benjamín Prado en su artículo "homenaje" al cantante, y es que Benjamín Prado es el prologuista: "Hace unos meses, la editorial Demipage me propuso escribir un prólogo para un libro en el que iba a publicarse una antología de sus canciones y, tengo que confesarlo, si dije que sí fue por admiración, pero también porque estaba seguro de que ese libro iba a ser una puerta hacia él[...]"

Sigue a Antonio Vega y sabrás qué ha encontrado en sus canciones.

Por Benjamín Prado. Marzo 2009. Editorial Demipage. (Extracto del Prólogo).


A Antonio Vega se le perdió algo y tuvo que hacerse compositor para ir a buscarlo dentro de sus canciones. Sus discos cuentan la historia de esa búsqueda, y aunque todo el mundo sabe que escribir es mentir, él escribe tan bien que cuando los escuchas tienes la impresión de que te cuentan la verdad, que es exactamente lo que ocurre con todos los poetas en quienes merece la pena confiar. Verdad y poeta son palabras tal vez demasiado solemnes, de manera que quizá sería mejor matizarlas: donde decía verdad podemos poner su verdad, y poeta lo podemos cambiar por poesía, porque Antonio Vega no escribe poemas, sin canciones, pero sus canciones están llenos de versos memorables y, sobre todo, tienen el ambiente de la buena poesía, éstán hechas de palabras esenciales y no están construidas para flotar en la superficie de las cosas sino para descender hasta su fondo. Son canciones que no existen porque tienen algo que decir. Lo cual puede ser obvio, pero no es tan habitual, y no hay más que poner la radio para darse cuenta.

Antonio Vega era compositor y cantante, y a la mano del primero le viene muy bien la voz del segundo, ese brillo oscuro que tenía su tono y que el multiplicaba con su manera de interpretar las canciones, gracias a esa especie de emoción hacia dentro que las hace a menudo estremecedoras.

Leyendo ahora las canciones de este libro, el tamaño de Antonio Vega como letrista aumenta, y para el lector habitual de poesía es sencillo ver el trabajo minucioso que hay detrás de muchos de sus textos; su batalla por la palabra justa o la asociación inesperada, por desordenar las cosas que se oyen, agrupar los silencios y ver cada cosa a su escala real, como él decía; su capacidad para construir metáforas como el químico que elabora un perfume, logrando como por arte de magia que lo más grande quepa en lo más pequeño y la historia de muchos se pueda resumir e una línea; o, finalmente, su empeño en encontrarle otro lenguaje a las canciones, más allá de los caminos conocidos, los ecos fáciles o las rimas cómodas. La inspiración es el último recurso de los malos escritores, los buenos le ganan su versos al diccionario, combatiéndolo página a página. Dicho eso, ya se puede decir todo lo contrario y que las dos cosas sean verdad: cuánta inspiración parece haber en sus temas más brillantes, qué momento de gracia parecen haber captado a veces sus discos.

Un buen poema es siempre el mapa de un tesoro, la crónica de la aventura que sirvió para descubrirlo. Este libro es una buena noticia para los lectores de poesía, y eso o es algo que se pueda decir de demasiada gente."

jueves, 21 de mayo de 2009

Calle Benedetti

Tras la canción de Sabina y Prado a Ángel González, volvemos a la poesía sin acompañamiento, sin guitarra, sin segundas voces. Y lo hacemos en dos tiempos.

El tiempo del Premio de Poesía Casa de América de Poesía Americana, organizado por la Casa de América y por la editorial Visor, que ha recaído en esta IX edición en el colombiano Juan Manuel Roca.

El jurado del Premio estuvo presidido por Gioconda Belli, e integrado por los Julia Escobar, Luis García Montero, Andrés Pérez Perruca, Benjamín Prado y Ana María Rodríguez-Arias.

Y el tiempo del jueves, que esta semana es eterno, que esta semana es Benedetti. Benjamín Prado se ha vuelto a subir a su tarima y en medio de la plaza ha gritado, ha defendido y a seguido admirando y agradeciendo al bueno de Mario.

La afeitadora de Benedetti.
Por Benjamín Prado. El País.

Juan Urbano se despertó con una gran sonrisa, porque había soñado que moría y a la mañana siguiente el poeta Antonio Gamoneda hablaba mal de él en los periódicos. Imagínense, tener el mismo enterrador que Jaime Gil de Biedma, Ángel González y Mario Benedetti: como para no estar contento. Peor estarán otros, si tienen que subirse a las tumbas para parecer más altos.
A Juan le había dejado un puñal en la espalda la muerte de Benedetti y, por eso, al salir de la oficina se fue al barrio de Prosperidad y se fumó un cigarrillo enfrente del número siete de la calle de Ramos Carrión, que era donde vivía el poeta uruguayo cuando estaba en Madrid. Una casa a la que todas las semanas iba de visita el editor Chus Visor, alias Jesús García Sánchez, para mantener una amistad a domicilio con Mario, que era alérgico a la vida social. De hecho, en los restaurantes siempre parecía incómodo, no se ajustaba a la silla, que daba la impresión de ser demasiado grande, dura o alta para él, y miraba con inquietud a todas partes como si sospechara que le iba saltar encima un tigre salido de la ensalada del vecino. Pero en su casa no, allí estaba cómodo y cuando Chus me llevaba pasábamos una buena tarde, Mario nos llevaba unas cervezas, nos regalaba algún libro y charlaba con nosotros de literatura y fútbol. El resto del tiempo hablábamos de cualquier tontería.

Eso sí, con Mario había que ser de una puntualidad maniática, tanto que cuando Chus hacía su visita semanal, todos los viernes de ocho a nueve y media, si llegaba a las ocho menos cinco prefería quedarse a fumar en el portal, para subir a la hora justa, pero si el tráfico estaba mal y el taxi se retrasaba, a las ocho y cinco ya lo estaba llamando Mario: "¿Qué pasó? ¿Es que no vienes?". Una mañana en que lo fui a visitar a su casa de Montevideo, en la calle de Zelmar Michelini, me demoré unos seis o siete minutos, y me extrañó que no me dijese nada. Al contrario, estuvo cariñoso, como siempre, me sirvió un desayuno preparado por él mismo y estuvimos hablando un rato, hasta que, como quien no quiere la cosa, me lanzó: "¿Estaba bueno el café? Porque a lo mejor ya se había quedado frío...".

Cuando se fue definitivamente a Uruguay para ver morir a Luz, su mujer, lo cual para él era una manera de estar muerto por extensión, tuvo un acto de generosidad muy suyo, diciéndome que no iba a regresar jamás a Madrid, donde habían sido felices, y que como yo estaba cambiándome de casa, fuera a la suya y me llevara todo lo que quisiese, sin límites. Es raro, pero yo ahora me levanto por las mañanas y me afeito con una máquina eléctrica de Benedetti, me hago el desayuno en su cafetera y me siento a ponerme los zapatos en un taburete suyo, entre otras cosas.

Repaso algunas ocasiones en que estuve con Mario en Madrid y no fue en su casa; hubo bastantes con Rafael Alberti, casi siempre en los Vips de la plaza de España; otra en el Círculo de Bellas Artes, donde le organicé una lectura de poemas que tuve que cambiar de sala, porque la multitud no cabía en la que estaba prevista; cuatro o cinco en el Retiro, en la Feria del Libro, viéndole firmar cientos de ejemplares de sus obras y hacer palotes en un papel, ponía uno, dos, tres... y al llegar a 10 los tachaba... Lo recuerdo en El Escorial, en los Cursos de Verano, y una vez que tuvo el detalle amable de ir a la presentación de una novela mía, que hacía Francisco Ayala en una galería de arte de la calle del Almirante... Mañana, cuando me levante, me afeitaré con la Braun de Mario, me prepararé un café en su cafetera y veré su ciudad por la ventana, porque Madrid fue tan suya que pasó aquí la mitad de su vida, igual que el otro uruguayo enorme, Juan Carlos Onetti. Se me ocurre que la calle de Ramos Carrión tendría que dejar de serlo inmediatamente para llamarse calle de Mario Benedetti. ¿Qué me dices, Alberto?

martes, 19 de mayo de 2009

Sabina canta el homenaje a Ángel González escrito con Benjamín Prado

Joaquín Sabina ha presentado hoy en la Cadena Ser la primera canción de su nuevo disco, una canción dedicada al poeta Ángel González (protagonista en este blog por tantos motivos...)., que ha escrito con Benjamín Prado (que hoy estaba charlando con más de 40 estudiantes en el instituto Padre Isla de León).

En el programa de radio Hoy por hoy han estado Joaquín Sabina y García Montero. Ellos han hablado con Carles Francino de Ángel González.
El motivo era presentar el libro No será lo que Dios quiera, de García Montero y Sabina ha dicho que no entiende por qué hay que esperar a sacar el disco para que se escuchen sus canciones, y que este era un gran momento para cantarla (con Pancho Varona y García de Diego a la guitarra)

Qué ganas teníamos todos de leer esto: Sabina estrena canción como adelanto de su nuevo disco ("De aquí a Noviembre, que es cuando se espera que salga el disco, pueden pasar muchas cosas, pero me gusta mucho el nombre "Vinagre y rosas", aseguró el mismo Sabina).
(Aunque Benjamín Prado adelantó en su concierto/recital, allá por el mes de febrero, la primera canción de ese disco "Parte Meteorológico", cantada por el mismo poeta y que está "en pausa" hasta que el disco vea la luz).

(El vídeo es un montaje colgado en Youtube por 4pajarracos, con el audio de la Cadena Ser, cuyo vídeo puede verse clicando aquí, la exclusiva es de la SER).


Dúos de poesía

Ségún informa la revista Cultura Tenerife, en su página 12, el próximo día 26 de mayo, a las 20:30, en el Tea (Tenerife espacio de las Artes) se llevará a cabo un recital poético entre Benjamín Prado y Sabina.



Este recital vendrá precedido por otro que se celebrará el día anterior en el que poesía y música siguen de la mano, con Miguel Ríos y Luis García Montero.


Dos citas imprescindibles para todos e inevitables para los tinerfeños (¿alguien se anima a informarnos desde allí?)

lunes, 18 de mayo de 2009

Mario

Las letras de los poemas pocas veces fueron tan negras como hoy. El luto y el recuerdo, la muerte y la inmortalidad son hoy Mario Benedetti.

Hace pocos días Benjamín Prado dirigía un homenaje que se le brindaba en la Biblioteca Nacional de Madrid al poeta uruguayo, que por aquel entonces andaba ingresado.

Tampoco ha pasado mucho desde que dijese, en una entrevista en Montevideo, "Benedetti quiso hacer siempre una poesía al ras del ciudadano, un lugar de encuentro para el lector".

Hoy el poeta madrileño también lo ha recordado y lo hemos leído (como no) expresando como sólo él sabe, quién era Mario Benedetti:

En Lanza Digital: "Si el Cervantes lo hubieran dado los lectores, Mario Benedetti lo hubiera obtenido hace muchos años" . "Lo de los premios siempre es relativo, algunos lo tuvo y otros no, pero creo que Mario ha tenido el mejor premio, el que buscan todos los escritores, que es el reconocimiento de los lectores"."Mientras estuvo aquí ha conseguido su objetivo: sus poemas siempre han buscado la multitud y la han encontrado. Mario llegó exactamente adonde se había propuesto".

Leemos en un blog que ha dicho que Benedetti “Es un poeta a ras del lector”. “Su sencillez no es una casualidad sino una estrategia. Mario siempre ha buscado que su poesía sea entendida para que pueda ser compartida”.


En ElMundo.es Benjamín Prado subraya que Benedetti "ha logrado el triunfo de conseguir con sus versos justo aquello que quería, que es estar muy cerca de los lectores y en muchos lectores". Ha señalado que su poesía "ha buscado a la multitud y la ha encontrado".

El Economista, destacan sus declaraciones "Es un poeta que te mete los poemas en el buzón de casa o te los echa debajo de la puerta".

Él mismo es su mejor homenaje...

CURRICULUM. Por Mario Benedetti.

El cuento es muy sencillo
usted nace
contempla atribulado
el rojo azul del cielo
el pájaro que emigra
el torpe escarabajo
que su zapato aplastará
valiente

usted sufre
reclama por comida
y por costumbre
por obligación
llora limpio de culpas
extenuado
hasta que el sueño lo descalifica

usted ama
se transfigura y ama
por una eternidad tan provisoria
que hasta el orgullo se le vuelve tierno
y el corazón profético
se convierte en escombros

usted aprende
y usa lo aprendido
para volverse lentamente sabio
para saber que al fin el mundo es esto
en su mejor momento una nostalgia
en su peor momento un desamparo
y siempre siempre
un lío

entonces
usted muere.

A puertita gayola

Rescato este texto que Benjamín Prado publicó en El País, tal día como el sábado, pero hace ya 7 años. Sabemos muchas cosas del escritor madrileño, pero no sabíamos su opinión respecto a las corridas de toros. Un ejemplo más de que dar una opinión no supone necesariamente vocear, faltar e insultar a los que no piensan como tú. Con tacto, elegancia y buena literatura, todos los ingredientes para cortar alguna oreja por este artículo (en su día recibió más de 350 votos en la versión on line del periódico). Y toda una puerta gayola, escribir en la sección de Madrid, en plena feria, y con esta faena.

Toros y cultura.
Benjamín Prado. El País.

Todo tiene su cara y su cruz, su parte de dentro y su parte de fuera: el dolor está dentro y las lágrimas fuera, el cuchillo está fuera y la sangre está dentro. A veces un asesino o un canalla, una de esas personas que unas veces viven dentro de la palabra terrorista y otras veces viven dentro de la palabra marido, son capaces de juntar esas dos mitades, llevar la sangre del lado del cuchillo, los golpes o las bombas del lado del dolor. Y, a veces, eso que vale para dentro y fuera también sirve para cara o cruz. De hecho, en este mundo nuestro sucesivamente más sabio y más necio, más desarrollado y más injusto, cada vez es más normal ver juntas la cara y la cruz de las cosas, su zona iluminada y su zona sombría.

Esta misma semana, por ejemplo, una coincidencia macabra enfrentó dos páginas de este periódico: la pagina de la izquierda, en blanco y negro, informaba de otro grupo de inmigrantes rescatados de alta mar y detenidos en las costas españolas, mujeres y hombres a quienes se veía en las fotos del diario envueltos en mantas, con los ojos cegados por el hambre y el cansancio; en la página de la derecha, a todo color, había un anuncio que promocionaba las playas de Santo Domingo, y en las fotos, brillantes como pájaros tropicales, se veían palmeras frondosas, mares azules llenos de olas publicitarias, hoteles con piscina. ¿Qué hay que hacer para saber en qué consiste este mundo nuestro? ¿Restarle a los aviones turísticos que van a Santo Domingo las pateras que llegan a Tarifa o a Fuerteventura?

Estos días también coinciden en Madrid dos acontecimientos muy distintos entre sí pero que algunos incluyen dentro de la palabra cultura: por una parte, está la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión y, por otra, la feria taurina de San Isidro. Conozco gente que, incluso, va de una cosa a la otra con absoluta soltura, de las casetas llenas de primeras ediciones y libros baratos -por desgracia, cada vez más de lo segundo que de lo primero- del paseo de Recoletos a la arena amarilla de Las Ventas. Sin duda, mucha gente le otorga unas fronteras imperiales a la palabra cultura, le pone unos límites ilimitados que van de Góngora a José Tomás y de Neruda a El Juli. Porque los toros, dicen esos aficionados, son una expresión de nuestra cultura, una de las más genuinas, de las que más novelas, poemas, dramas, películas, cuadros y partituras han inspirado. Aunque, claro, también han inspirado libros, largometrajes y cuadros las guerras, los fusilamientos, los suicidios y los diversos holocaustos que ha sufrido la humanidad, y eso no los convierte en espectáculos culturales.

Uno no entiende muy bien cómo esa expresión brutal de nuestras costumbres puede ponerse al lado, por ejemplo, de la literatura, pero la verdad es que así es justo como sucede: para muchos, ir a los toros es una expresión de refinamiento, y no hace falta más que echarle un vistazo al lenguaje de los aficionados taurinos, cuyo vocabulario propio, incomprensible para el resto de los mortales, está lleno de exquisiteces, metáforas y efervescencias que dejan caer los iniciados, como quien deja caer un pañuelo de encaje, para medir a sus colegas o vecinos, para ver qué grado de conocimiento de la materia y del oficio tiene el espectador del asiento de al lado. Van a los toros como quien va al Museo del Prado.

Ayer, al entrar en una cafetería, vi por televisión el momento en que el matador clavaba su espada en el toro. El animal quedó herido de muerte, tambaleándose, y el público contuvo la respiración mientras el toro emitía un sonido horrible y hacía correr por los tendidos esa especie de viento negro que parece salir de la boca de los agonizantes; al rato empezó a vomitar sangre y a levantar la cabeza al cielo, como buscando un poco de oxígeno en las alturas. Después, cayó al ruedo, le cortaron las orejas cuando aún se movían sus patas y lo arrastraron con unas mulas. Eso que llaman el respetable rugió de satisfacción. Al día siguiente, todos los periódicos dedicaban un buen espacio a la corrida. La sección La Lidia es contigua a la sección La Cultura. Yo recordé el escándalo que hubo hace poco, cuando unos miserables le cortaron las patas a unos perros. Otros pensaron en Cervantes, y cuando salieron de Las Ventas fueron a comprar libros a Recoletos. Viva la cultura.

sábado, 16 de mayo de 2009

Entrevista de blog en blog

Otra entrevista a Benjamín Prado, a lo "mi camara y yo", que he encontrado navegando por los Blogs del diario Clarín.


En este caso no puedo "anidarla" en el blog, por lo que debo remitiros a la raíz de la misma: http://blogs.clarin.com/diariodelaferia/2009/5/4/el-simpatico-sr-benjamin-prado-el-publico-argentino-es-el

Entre otras cosas dice:

"Me gusta mucho Buenos Aires, ayer me hice un paseíto por El Tigre, por ejemplo, inolvidable, que seguro que pasará a formar parte de algún nuevo poema o de algún nuevo relato".

"Vine a hacer una lectura de poemas, había como 400 personas pero un silencio que parecía que había 4. Encantado. El público argentino es maravilloso, divertido, culto, es maravilloso. Es el mejor. Son fantástico, che”.

"La narrativa española vive un momento muy bueno, muy dulce, hay muy buenos escritores, gente más o menos de mi generación que saben contar historias y que además recuperan trozos del pasado de la historia de España que estaban olvidados. Creo que es un momento realmente importante, yo me siento muy orgulloso de pertenecer a esa ola".

"No creo que haya habido recelo (entre escritores sudamericanos y españoles) de hecho en España cuando yo empecé a leer en serio lo que empecé a leer era literatura hispanoamericana. Si llevabas debajo del brazo un libro de Cortázar se te miraba mejor que si el libro era de Juan Marsé o Ana María Matute. De hecho hay relación, yo soy director de la revista Cuadernos Hispanoamericanos y permite esa comunicación, esa relación con los autores de sudamérica de forma natural. Lo que no tengo es la excentricidad de algunos autores españoles de querer se suizo o alemán, o inglés. Mi casa es Buenos Aires, Montevideo o La Habana".

viernes, 15 de mayo de 2009

Lo que te da la vida

En su artículo de homenaje a Antonio Vega que se publicó ayer en El País, Benjamín Prado menciona un artículo que una vez escribió con motivo de la publicación de 3.000 noches con Marga, uno de los trabajos de Antonio Vega, allá por el año 2005.


Antonio Vega.
Por Benjamín Prado. El País.

Era cierto: lo que no hacía la realidad, lo hacían las canciones y por eso, en aquellos años, no importaba que tantas cosas fuesen mentira, porque a cambio eran hermosas, de ese modo en que lo es todo lo que empieza o acaba de noche y en los bares.

Ya lo decían los músicos de Nacha Pop en el gran himno de los años ochenta, Chica de ayer: "Luego por la noche al Penta, a escuchar / canciones que consigan que te pueda amar". A muchos nos ocurrió justo eso, y luego pasamos años maldiciendo las tres cosas: la chica, la canción y al bar, que solía ser, efectivamente, o el Pentagrama del que hablaba Nacha Pop, en la calle de La Palma, o La Vía Láctea, en la calle de Velarde, o cualquiera de los locales en los que había música en directo, básicamente El Sol y el Rock Ola. Pero ése es otro asunto y qué le vamos a hacer si lo que se anda por un callejón sin salida y junto a la persona equivocada, también es parte del camino. Así son las cosas.

Ahora, La Vía Láctea cumple 25 años y el autor de Chica de ayer, Antonio Vega, que la cantaba en Nacha Pop y volvió a hacerlo 10 años más tarde, otra vez por primera vez, en su primera obra fuera del grupo, El sitio de mi recreo, acaba de publicar un disco emocionante, a la vez bello y doloroso, que se titula 3.000 noches con Marga y está dedicado a la memoria de su novia, fallecida el año pasado. Sus composiciones se llaman Ángel de Orión, Pueblos blancos o Te espero y son certeras, hirientes e inolvidables, pero también son un síntoma de esos 25 años, del modo en que el tiempo corta y separa con sus cuchillos todo lo que parecía indivisible. Claro, un cuarto de siglo es mucho tiempo, que nos lo digan a cualquiera de nosotros, y el chico melancólico que nos hacía bailar ahora nos hace llorar. Son las reglas del juego.

No hay canción que no acabe por ser triste, porque todas acaban por ser, tarde o temprano, la banda sonora de lo que ya no está; pero el arte con mayúsculas -y 3.000 noches con Marga lo es- constituye una especie de pegamento que une lo que queda y lo que se ha perdido, acerca antes a después y consigue derrotar con la memoria al olvido.

Qué raro, de todas las maneras, que este Madrid del siglo XXI se parezca tan poco a aquel Madrid de la época de la movida, que La Vía Láctea cumpla 25 años, que Antonio Vega tenga que escribir sus / nuestras 3.000 noches con Marga y que, de algún modo, esas canciones hablen de todo eso a la vez. Las cosas que se pierden se vuelven importantes, como podría decir algún bolero. Y qué.

Del Madrid de los años ochenta -qué vértigo, pensar que habría que añadir "del siglo pasado"-, no queda mucho, en ningún sentido. Ahí están, contra viento y marea, La Vía Láctea, el Pentagrama o El Sol, en la calle de los Jardines, pero muchos de los lugares de donde salió aquella especie de fogonazo han cerrado y, sobre todo, la energía que lo provocó fue apagada con la política policial que se llevó a cabo contra los locales de donde salía el cine, la música o la pintura que fijó el mito para la posteridad.

Todo un ejemplo de la capacidad corrosiva de los poderes públicos sobre la cultura, a la que se apoya raramente pero a la que se acosa y acusa de mil modos y con mil cargos distintos, hasta vencerla por derribo.

Porque en esta ciudad se buscaron todas las razones del mundo para cerrar los locales en los que se hacía música o se montaban exposiciones o se leían poemas, pero no se buscó ningún plan para salvarlos. Las prohibiciones no curan, como afirman los evangelistas del orden y el buen juicio: sólo matan.

Menos mal que el talento no se puede decretar ilegal ni se le puede mandar un inspector, no puede ser precintado ni convertirse en una hamburguesería, un bloque de apartamentos o una caja de ahorros, y gracias a eso, de toda aquella agitación de las aguas que fue la movida aún quedan algunas olas y uno puede aún echarse directamente al corazón una noche en La Vía Láctea o un disco como este 3.000 noches con Marga.

Lo que te da la vida, no te lo pueden quitar ni la distancia ni el tiempo, como dice Antonio Vega. Felicidades, y ojalá todo volviese a empezar otra vez.

jueves, 14 de mayo de 2009

Las canciones que nos roba

Benjamín Prado llamó a Juan Urbano y estuvieron hasta el amanecer escuchando los discos de Antonio Vega.

Poesía y música siempre de la mano, y hoy también, del corazón.


Qué se ha muerto con Antonio
Por Benjamín Prado. El País.

Las cosas han cambiado y ahora los periódicos llegan a los quioscos después que las noticias; pero aunque ya no estén ahí para decirnos lo que ha pasado, sí pueden ayudarnos a comprender lo que eso significa. Por ejemplo, todos sabemos que el compositor Antonio Vega ha muerto, y que además tuvo su muerte, la que a él le tocaba, por resumirlo con las mismas palabras que Rafael Alberti le dijo a Federico García Lorca, sólo que dadas la vuelta. Pero, ¿qué es lo que se ha muerto con él, con ese chico eternamente joven que "abría la boca y eran ángeles", según ha dicho Álvaro Urquijo, la mitad de Los Secretos que queda a este lado del más allá? Es cierto, le oías cantar y pensabas que Nietzsche tenía toda la razón del mundo cuando escribió que si no existiera la música la vida sería un error.

Antonio Vega siempre fue una leyenda oscura, uno de esos artistas de cuya vida se habla en voz baja y para compartir un secreto con quien te escucha, alguien que también sabe, o merece saber, que se trataba de una de esas almas torturadas que sólo saben moverse para huir y siempre caminan por el lado salvaje de la ciudad, según lo llamó de una vez por todas Lou Reed. Un camino rápido pero corto, que para él ha durado sólo 51 años, maldita sea. No sé si en el último momento habrá pensado en la cantidad de canciones que nos roba, marchándose tan pronto.

Lo que se muere con Antonio Vega es un momento irrepetible de la vida de esta ciudad, aquel Madrid de la movida donde mucha gente huía de las sombras pegajosas de la dictadura sin una bandera en la mano, sino con una botella, un cigarrillo de marihuana o un disco que tuviera dentro la banda sonora de la libertad. Contra las prohibiciones, los lápices rojos de los censores y la moral hipócrita que había hundido el país un siglo más abajo de su época, toda aquella gente que de pronto salió a la calle con el pelo pintado de naranja, los pantalones rotos por las rodillas y un pendiente clavado en cualquier parte poco habitual. Por las calles, la ropa con la que se vestían los jóvenes tenía la misma función que el destape en los cines. A base de empezar a permitir la rareza, España empezaba a ser normal. A fuerza de respetar lo que es distinto, empezamos a ser como todos.

Pero no hay paraíso sin manzanas envenenadas, y en el Madrid de las noches felices se coló primero el fantasma de la heroína, y después el horror del sida. Muchos se dedicaron a juzgar y condenar a sus víctimas, en lugar de ayudarlas, y la epidemia se llevó por delante a otros muchos, que no supieron entender a tiempo que aquel tobogán desembocaba en una tumba.

La música de Antonio Vega fue, de algún modo, el himno de toda aquella fiesta bordeada de drama. Yo nunca lo llegué a conocer, cosa verdaderamente rara en este mundo pequeño de los poetas y los cantantes, y de hecho sólo lo vi de cerca una vez, entrando en el Pentagrama, delgado, lento y con una actitud de arrogante tímido.

Hace unos meses, la editorial Demipage me propuso escribir un prólogo para un libro en el que iba a publicarse una antología de sus canciones y, tengo que confesarlo, si dije que sí fue por admiración, pero también porque estaba seguro de que ese libro iba a ser una puerta hacia él: ya me veía en la presentación, y casi estaba tocando los cubiertos de la cena que íbamos a compartir después, cuando el mismo editor que me había encargado el trabajo, porque hace tiempo leyó un artículo mío sobre el músico, publicado en este mismo periódico al editarse el maravilloso y terrible 3.000 noches con Marga, volvió a llamarme y me dio la mala noticia: "Antonio Vega ha muerto".

Anoche, llamé por teléfono a Juan Urbano y hemos estado hasta el amanecer escuchando los discos de Antonio Vega y lamentando el modo en que después de la heroína y el sida llegó la derecha, enterró a Tierno Galván por segunda vez, cerró los locales y apagó las luces de los escenarios. Tenía tanto talento este joven madrileño que nunca se separó de ninguna de las dos cosas, ni de Madrid ni de su juventud, que es evidente que sólo se ha muerto lo justo, lo que hace falta para no poder volver a salir a la calle, mientras que su música se queda de este lado, igual de viva, igual de profunda. Ni Juan ni yo pensamos caer en el tópico de decir que Antonio Vega es la voz de toda una época. Pero la única razón por la que no lo hacemos es ésa.

lunes, 11 de mayo de 2009

¡¿El disco de Sabina entero?!

La prolija semana pasada por Argentina dejó muchas noticias y sigue dejando muchas entrevistas que se van publicando y que vamos encontrando (digo vamos porque Bea es, por derecho propio, la colaboradora del blog).

La revista Página 12, que ya usé como fuente la semana pasada en una entrevista de Benjamín Prado, lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto a darle una entrevista al autor madrileño para que hable, de Mala Gente que Camina, pero también de otras cosas, que por novedosas e interesantes, las descontextualizo y las vuelco aquí, porque no todos los días Benjamín Prado dice que ha escrito, junto a Sabina, todas las canciones del próximo disco de Sabina:

Ángel Berlanga, el periodista que le ha entrevistado dice así:

"En unos días actuará en Tenerife con Joaquín Sabina, a quien conoce desde hace treinta años: se leen todo lo que publican y lo que no, escriben juntos. “Estuvimos diez días en Praga, componiendo canciones para el próximo disco –cuenta–. Pasó algo muy misterioso, hubo como una combustión, y eso que nos conocemos mucho: mis libros de poemas están llenos de versos suyos, y en sus canciones hay muchos versos míos. Pero trabajamos tan bien que hicimos cinco canciones y hemos decidido hacer ya el disco entero. Ahora nos iremos otros diez días a Lisboa: como las estrellas del rocanrol son ricas, pues te llevan por allí y por allá. Lo pasamos muy bien escribiendo; nos juntamos los tres, él, yo y una botellita, y lo que no nos sale a nosotros le sale a ella. O al menos eso creemos, hasta que lo leemos al día siguiente.”

Pero además, nos dejó detalles, escuetos, pero detalles, de su próxima novela:

"Está trabajando, ahora, en una novela sobre “los perdedores y los ganadores de la Transición”. “Para incrementar la impopularidad entre una parte de la población, que ya me quiere mucho”, se ríe."

Y nos cuenta lo que le pasó en Talavera de la Reina, donde estuvo el 27 de abril, y de lo que no sabíamos nada:
"Hace unos días, en la presentación de otra novela suya, en Talavera de la Reina, alguien del público le preguntó por Mala gente que camina; cuando empezó a responder, una dama del público le dijo: “Oiga, que aquí no hemos venido a hablar de política”, y unos minutos después medio auditorio se retiraba indignado. Prado signa como natural y lógico, dentro y fuera de la literatura, el resurgimiento del tema: “Los nietos reivindican la memoria de los abuelos mucho más que los hijos”, dice. Menciona a Manuel Rivas, Almudena Grandes, Dulce Chacón y Javier Cercas entre los autores que, sin ponerse de acuerdo, narraron sobre la guerra y la posguerra. “No me imagino ni de coña escribiendo esta novela cuando era joven –dice–. Ha sido un proceso absolutamente natural meterme ahora en estos temas.”

Bueno, y ya os dejo con la entrevista entera, que no tiene desperdicio:

En 2002, mientras trabajaba en una nueva novela, una noche Benjamín Prado vio en televisión el documental Los niños perdidos del franquismo y entonces debió abandonar lo escrito para comenzar la investigación de lo que cuatro años después sería Mala gente que camina (Alfaguara). La investigación de un profesor de escuela secundaria lo lleva a recrear la vida de Dolores Serma, una escritora de ficción, pero sumamente vívida, que escribió sobre la guerra civil. Pero lo que aquí se cuenta es real y estuvo rodeado de un manto de silencio: los hijos sustraídos por el franquismo para entregarlos a “buenas familias” y reeducarlos de la mala educación de los rojos. Esta novela, cuenta Benjamín Prado, le hizo descubrir que a veces el escritor sí tiene obligaciones para con la historia.

Una noche, allá por 2002, Benjamín Prado llegó a su casa en Madrid y vio el documental Los niños perdidos del franquismo, de la catalana Montserrat Armengou. “Pero, bueno –se dijo–, ¿cómo es que yo no sé nada de esto? Y es más: ¿cómo es que en este país nadie sabe nada de esto?” Esto es la apropiación sistemática de bebés y pibitos, hijos de republicanos que la dictadura de Franco institucionalizó con un fervor tan religioso como enfermizo: se estiman en 30 mil las apropiaciones de chicos dados en adopción a familias pro-régimen. Bastaba con ser desafecto al caudillo para caer en desgracia. “Hasta ese momento yo no tenía el menor indicio de que esto hubiera pasado –recuerda Prado ahora, en un hotel de Recoleta–. Y de hecho mucha gente, cuando leyó la novela, me dijo: ‘¿Te lo has inventado, o es verdad?’. Y yo saco ahí algunos documentos de Auxilio Social en los que dicen que ‘nos estamos pasando con esto, ya llevamos más de 20 mil reeducados’. Y en otro, apuntan: ‘La gente se lleva a los niños, pero no para criarlos como niños sino como esclavos, casi, para ponerlos a trabajar en sus tierras, o como servicio doméstico gratuito’. Y, claro, es increíble.”

Mala gente que camina: así se llama la novela que vino a presentar Prado en la Feria del Libro. La historia está narrada por un profesor de bachiller enredado en la burocracia de su trabajo que, a unos días de viajar a Estados Unidos para dar una conferencia sobre Carmen Laforet, descubre la existencia de una secreta y antigua compañera de la novelista, Dolores Serma, que publicó una única y desconocida novela, Oxido. Y como el narrador imagina su salvación de la grisura del colegio a partir de un proyecto que parece lejano, la escritura de un libro llamado Historia de un libro que nunca existió. La novela de la primera posguerra española, se pone a tirar de los hilos y a seguir el rastro de esta mujer, que aparece mencionada tangencialmente en las memorias de Delibes y Barral.

Oxido, lee cuando da con el libro, tiene una atmósfera pesadillesca y kafkiana, y cuenta de una mujer que busca a un hijo desaparecido; Serma, descubre, trabajó en Auxilio Social a poco de iniciado el franquismo. Esa extraña contradicción le potencia la curiosidad, así que allá va, hacia ese pasado, a revisar papeles y roles y conductas. Y como Prado, a la vez, pone a su narrador a contar sobre su presente, sus percepciones y relaciones con su madre –amable defensora del régimen, que prefiere olvidar–, con su ex mujer –una chica de la movida madrileña que anda a los tumbos–, con la nuera de Serma –madre de un alumno del colegio– y con sus compañeros de trabajo, contornea en Mala gente que camina una figura que contempla y relaciona a la sociedad española a través de aquellos tiempos y de éstos.

A VECES HAY OBLIGACIONES
Aquella noche de 2002, cuenta, colgó la novela que venía escribiendo y se encaminó hacia ésta. Dijo, Prado, que escribirla fue una obligación.

“Como le pasa, un poco, al narrador de la novela, hubo un largo camino que va del cinismo al civismo –explica–. Esto hay que contarlo: si no lo cuenta otro, lo voy a contar yo”, me dije cuando conocí la historia. Yo no había tenido esta sensación con otras novelas: las escribía porque me apetecía. Sentí cierta obligación política, por decirlo así: si puedo impedir que siga sin saberse, lo escribo y se sabe. A eso me refería. No es verdad que uno no tiene obligaciones.”

¿Te pusiste a investigar mucho?
–Sí, porque estos temas no están en los libros de historia. Así que anduve por pequeñas colecciones de ayuntamientos, diputaciones, porque allí está contada la represión apellido a apellido, puerta a puerta. Ahí sí aparecen casos. Estuve en los archivos de la Sección Femenina en Alcalá de Henares, hablé con mucha gente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y empezaron a aparecer algunas víctimas, también. Tuve que ir a buscar muy al fondo del cajón. Estuve cuatro años investigando, demasiado tiempo para mí: yo nunca había tardado en escribir una novela más de dos. No sé si a alguna otra cosa en mi vida le he dedicado ese tiempo: las chicas nunca me duran más de tres.

Se ríe. Prado tiene pinta de rocker atorrante. Es alto, flaco, descontracturado. Da la impresión de no soportarse mucho por cuerda seria, así que bromea a cada rato: se sospecha que le horrorizaría que alguien lo confunda por un minuto con uno de esos cráneos rancios y solemnes y moralizantes mal.

“Narrativamente vengo de sitios que no tienen nada que ver: la primera novela que escribí se llamaba Raro y tenía mucho rocanrol, chicos jóvenes que hacían cosas extrañas, y en su mayor parte ilegales, pero muy divertidas –dice–. He ido cambiando, todo el tiempo. Me gusta eso, seguir en lo mismo me aburriría. Y lo paso bien metiéndome por distintos lugares.”

Publicó su primer libro, Un caso sencillo (poemas), en 1986. Algunos títulos de entre la veintena que lleva publicados: Nunca le des la mano a un pistolero zurdo, No sólo el fuego, Jamás saldré vivo de este mundo (novelas); Siete maneras de decir manzana, Los nombres de Antígona (ensayos); Asuntos personales, Iceberg (poemas).

“Escribí seis novelas seguidas, una por año, pero claro, por entonces me drogaba y escribía –se ríe–. Era la química la que escribía. ‘Pero, ¿cómo?’, me decían. Bueno, podría haber escrito doce, porque no dormía más de tres horas por día, y eso mejora bastante el rendimiento. Cuando dejé, empecé a escribir más despacito.”

Mala gente que camina fue publicada en 2006 en España (lleva ya siete ediciones) y acaba de aparecer en la Argentina. El título, el verso de Machado, cuenta, se lo sugirió Joaquín Sabina. Después viene lo del disco que están componiendo juntos.

IDENTIDADES ROBADAS
Entre los materiales que encontró hay cosas tan increíbles, cuenta Prado, que se le hizo necesario que el narrador fuera un profesor que pudiera citar. Las instrucciones para madres y esposas durante el franquismo, publicadas en revistas y folletos patrocinados por instituciones como Auxilio Social o la Sección Femenina son tan orientadoras en cuanto al formateo de mentalidades –terror de por medio instalado– como delirantes. Tramo uno: “La vida de toda mujer, a pesar de cuanto ella quiera simular –o disimular–, no es más que un eterno deseo de encontrar a quien someterse. La dependencia voluntaria, la ofrenda de todos los minutos, de todos los deseos y las ilusiones, es el estado más hermoso”. Tramo dos: “En lo que respecta a la posibilidad de relaciones íntimas, es importante recordar tus obligaciones matrimoniales; si él siente la necesidad de dormir, que así sea, no le presiones o estimules. Si tu marido sugiere la unión, entonces accede humildemente, teniendo siempre en cuenta que su satisfacción es más importante que la de una mujer. Cuando alcance el momento culminante, un pequeño gemido tuyo será suficiente para indicar cualquier goce que hayas podido experimentar. Si tu marido te pidiera prácticas sexuales inusuales, sé obediente y no te quejes”.

“Son cosas tan oscuras y cursis, tan hipócritas, que no te las puedes creer –dice Prado–. El personaje de Serma es inventado, naturalmente, pero los datos y las citas son reales.” Una decena de muertos a diario entre 1939 y 1947; campos de concentración mantenidos en funcionamiento hasta 1962; 60 mil maestros entre cesanteados y asesinados; intelectuales al servicio del régimen como el psiquiatra Antonio Vallejo-Nájera, un genio que estableció “la íntima relación entre marxismo e inferioridad mental”.

“El narrador es un tipo que lleva una vida profesional y sentimental bastante desencantada, se deja llevar –dice Prado–. Y entonces encuentra algo que le apasiona, y se siente responsable por contarlo. Yo comparto eso con él: yo creía que lo de los niños robados era cosa de la Argentina, de Uruguay, en los años ’70. Y el hecho de que en España haya habido nada menos que 30 mil, que haya intervenido tanta gente, es tremendo. Allá suele decirse que hay que pasar página a la historia, pero esto fue arrancarlas. Hay allí demasiadas cosas sobre las que no se quiere hablar. Y es ridículo: no sé por qué se tiene tanto miedo en revisar, o por qué se dice que la Transición fue perfecta, y que todo aquel que investigue eso es un guerracivilista que abre heridas. La realidad dice que en España hay decenas de miles de personas enterradas en fosas comunes, y es el único país de Europa donde tal cosa existe. Leí la última novela de Tomás Eloy Martínez, Purgatorio –que me gustó mucho–, donde había un par de cartógrafos a los que les mandan dibujar mapas de la Argentina en los que no debían aparecer ciertas zonas; bueno, los historiadores y los políticos también hacen eso: dejan tramos sin dibujar y ya no se pueden visitar.”

Prado atribuye el panorama a la vida larga de Franco y a los efectos terroríficos del genocidio. “Suelen preguntarme por qué no hubo un movimiento como el de las Madres de Plaza de Mayo: es que la de aquí duró siete y aquélla duró 38 –dice–. Imagínate 38 años de manipulación, de lavado de cerebro, de descrédito del enemigo, al que convirtieron en un monstruo. Ponían la disculpa del comunismo, algo que ha venido muy bien para todos los asesinos de la historia, incluso para los propios comunistas. No fue una rebelión militar, fue un exterminio: la guerra podía haber durado cinco meses, pero duró tres años porque Franco quiso ir pueblo a pueblo, asesinando.”

¿Cómo van las causas judiciales de los últimos años?
–No han querido dar oficialmente la categoría de genocidio para que prescriban. Eso es lo que le ha dicho la Audiencia Nacional al juez Garzón cuando se encontró con estas historias. Ha intentado la realización de pruebas de ADN, para la búsqueda de supervivientes, pero también se opusieron. Es tremenda la falta de ganas de revisar. Le permiten investigar a Videla, a Pinochet, pero no a los militares franquistas. Los horrores de la Argentina y Chile son muy conocidos, pero los de España no. Tenía ganas de venir aquí con este libro para dejaros tranquilos: nosotros inventamos el laboratorio de horrores.

¿Cómo ves a Zapatero con el tema? Porque amagó con impulsar e involucrarse, pero ahí quedó, parece...
–Creo que nunca tuvieron verdadera voluntad. Es tan cobardona la memoria histórica que ha hecho el gobierno... Sí se movilizaron mucho las asociaciones particulares, las ONG. Hay mucho susto en España por lo que puedan decir los mismos que crearon la guerra civil, el gran capital, la Iglesia, los oligarcas de todo tipo. El país es a-confesional, según su Constitución, pero la Iglesia pasa todo el día opinando y dando directrices. Y luego llega el Día de las Fuerzas Armadas y ponen a desfilar a un brigadista internacional al lado de un voluntario de la División Azul. Y tú dices: “Oiga, que unos venían de defender un gobierno democrático y los otros se fueron a Rusia, a defender a Hitler”. Y es raro eso, porque hoy andarán por las calles montones de personas con identidades robadas, que han sido educados por los enemigos de sus auténticas familias.

BOTELLA Y SUERTE
Está trabajando, ahora, en una novela sobre “los perdedores y los ganadores de la Transición”. “Para incrementar la impopularidad entre una parte de la población, que ya me quiere mucho”, se ríe.

Hace unos días, en la presentación de otra novela suya, en Talavera de la Reina, alguien del público le preguntó por Mala gente que camina; cuando empezó a responder, una dama del público le dijo: “Oiga, que aquí no hemos venido a hablar de política”, y unos minutos después medio auditorio se retiraba indignado. Prado signa como natural y lógico, dentro y fuera de la literatura, el resurgimiento del tema: “Los nietos reivindican la memoria de los abuelos mucho más que los hijos”, dice. Menciona a Manuel Rivas, Almudena Grandes, Dulce Chacón y Javier Cercas entre los autores que, sin ponerse de acuerdo, narraron sobre la guerra y la posguerra. “No me imagino ni de coña escribiendo esta novela cuando era joven –dice–. Ha sido un proceso absolutamente natural meterme ahora en estos temas.”

Prado afirma que es un tipo con suerte. “Conocí a Rafael Alberti cuando tenía 17 años y durante 14 fuimos amigos –dice en A la sombra del Angel, otro libro suyo, donde cuenta esa amistad–. Y compartí intimidad grande con poetas que también admiro mucho, como Octavio Paz, Jaime Gil de Viedma, Angel González. Estar con Rafael era una maravilla, pero además significaba, claro, comer un día con García Márquez, otro con Cortázar. Lo pasaba alucinante. Cortázar me preguntó una vez si escribía: ‘Claro, al lado del gran cronopio será difícil’, me dijo. Y agregó una cosa fantástica: ‘Vos no te preocupés: apilá, apilá nomás’. Me pareció un consejo maravilloso. Apilé todo lo que pude y luego salí adelante: no me ha ido mal del todo, me pagan por hacer aquellas cosas que pagaría yo por hacer.”

Nació en 1961, en Madrid. Entre los 12 y los 16 jugó, dice, en las inferiores del Real; era centrodelantero y goleador, detalla, y su carrera terminó cuando su madre vio que los entrenamientos ya le absorbían demasiado tiempo a la semana. Tiene una hija a la que llamó Dylan, y no hará falta explicar por qué. En unos días actuará en Tenerife con Joaquín Sabina, a quien conoce desde hace treinta años: se leen todo lo que publican y lo que no, escriben juntos. “Estuvimos diez días en Praga, componiendo canciones para el próximo disco –cuenta–. Pasó algo muy misterioso, hubo como una combustión, y eso que nos conocemos mucho: mis libros de poemas están llenos de versos suyos, y en sus canciones hay muchos versos míos. Pero trabajamos tan bien que hicimos cinco canciones y hemos decidido hacer ya el disco entero. Ahora nos iremos otros diez días a Lisboa: como las estrellas del rocanrol son ricas, pues te llevan por allí y por allá. Lo pasamos muy bien escribiendo; nos juntamos los tres, él, yo y una botellita, y lo que no nos sale a nosotros le sale a ella. O al menos eso creemos, hasta que lo leemos al día siguiente.”

viernes, 8 de mayo de 2009

El sueño de Madrid

Una pausa entre tanta Argentina. Un vistazo a Madrid. La ciudad que anhela unos Juegos Olímpicos, que se engalana para la visita del COI, que es juzgada por 13 personas, pero a la que muchos la hemos indultado. Una ciudad que nos hace soñar, también con los JJOO.

Ayer, desde las páginas de El País,

Sueño Olímpico
Por Benjamín Prado

Los jueces parecen haber perdido el juicio, pensó Juan Urbano, a quien le gusta morder la fruta de la paradoja, que es mitad naranja y mitad limón. Pero lo cierto es que eso mismo lo piensa mucha gente y muy a menudo, cuando lee algunas de las sentencias que cuando salen de los tribunales les hacen preguntarse si el magistrado se habrá dado sin querer con el mazo en la cabeza, y se le habrá roto algo.

Claro que juzgar es difícil, y para comprobarlo no tiene uno nada más que pensar en su propia vida y darse cuenta de la cantidad de veces que no le ves el penalti a las cosas. Por ejemplo, ahora están en Madrid 13 examinadores que van a mirarnos la ciudad y a dar un informe que dirá si estamos o no estamos preparados para preparar unos Juegos Olímpicos, y la verdad es que esas personas deben de sentirse muy importantes, porque lo que decidan va a tener una trascendencia enorme, tanta que, si dicen que sí y luego le ganamos a las otras candidaturas que aspiren a los Juegos, lo que ellos decidan ahora va a propiciar mañana una transformación a gran escala de la ciudad. Lo que deberíamos saber es qué transformación es ésa, para qué va a servir y qué cosas va a cambiar. O sea, que eso es como lo de Televisión Española: van a quitar la publicidad y eso puede ser bueno o puede ser malo sin que ninguna de las dos cosas importe, porque lo que importa es qué van a poner en su lugar.

Ojalá que nos den los Juegos Olímpicos, pero sólo si la fórmula funciona tan bien como lo hizo en Barcelona y se consigue que su volumen sea igual a la cantidad de problemas que desalojen. Porque ese volumen es grande, y por lo tanto exige mucho espacio, tanto que las fuerzas políticas van a tener que juntarse, para dejar sitio. De momento, la foto del presidente del Gobierno con la de la Comunidad y el alcalde de Madrid está bien, le hace pensar a los ciudadanos que hay vida en Marte y diálogo más allá de Vitoria. Cuesta creer que esa gente se pueda quitar la bandera de los ojos y ponerse de acuerdo en algo, pero en fin, nunca se sabe, más raro fue aquel verano que no dejó de nevar, como dice la canción de Sabina.

Los 13 examinadores que han venido a la capital para ponerle nota estarán poniéndole la lupa encima a todo lo que se encuentren, metiendo la cuchara en cualquier plato que les pongan delante y tomando apuntes en sus cuadernos sobre el estado de Madrid, y la verdad es que sería muy interesante saber qué piensan, qué virtudes y qué defectos le ven a la ciudad; porque lo mismo su opinión nos puede servir tanto si nos caen del cielo los Juegos Olímpicos como si no. Uno sólo se ve si junta la mirada de otros a la suya, más aún en el mundo de la política, donde nada es verdad ni es mentira, sino del color del carnet con que se mira, y por eso será muy interesante saber qué van a decir y dónde nos van a pintar la raya de la meta esos 13 jueces, a los que se les supone la capacidad y la honradez necesarias para hacer ese trabajo.

Y si nos dan el sí y llegamos a la meta los primeros, ojalá que el sueño olímpico haga desaparecer todas las pesadillas y Madrid empiece a funcionar como un reloj en hora. Juan Urbano vio llegar a los atletas, crecer los bosques tantas veces prometidos en las aceras de la ciudad, resolverse el laberinto del tráfico y navegar los barcos por el Manzanares, y entonces, mientras un hermoso transatlántico pasaba majestuosamente por el río, se dio cuenta de que se había quedado dormido.

jueves, 7 de mayo de 2009

Entrevista en Montevideo

Él mismo nos dijo que hoy estaría en Montevideo y así ha sido. Lo sabemos porque la agencia EFE le ha hecho una entrevista por aquellas tierras y la hemos encontrado, por ejemplo, en el diario El Universal de México, o en el ADN de España. Es corta, pero intensa, habla de Benedetti, al que le regala el titular, y en general dice lo más posible en las menos palabras posibles, ¿de qué me suena?

Entrevista a Benjamín Prado. Montevideo 2009.

"Benedetti quiso hacer siempre una poesía al ras del ciudadano, un lugar de encuentro para el lector", dijo en una entrevista con Efe Prado, quien celebró la noticia de que el poeta uruguayo recibiera este miércoles el alta tras permanecer doce días ingresado en una clínica de Montevideo por una enfermedad intestinal crónica.

El español, que acudió a la capital uruguaya a presentar su última novela, "Mala gente que camina", señaló que "pocas veces un escritor consigue hasta tal punto aquello que se propone como Benedetti", por lo que calificó su trayectoria como "un gran triunfo".

El autor también ensalzó la obra de otras importantes figuras de la literatura uruguaya, como Juan Carlos Onetti, al que consideró "uno de los más grandes narradores de nuestra lengua", y la recientemente fallecida Idea Vilariño, "poeta de una categoría extraordinaria", aseguró.

"La literatura es el arte de vulnerar las leyes del espacio y el tiempo", manifestó Prado, autor que también ha cultivado el ensayo y la poesía, género en el que su meta es "decir lo más posible con las menos palabras posibles y de la manera menos olvidable".

En "Mala gente que camina" el escritor aborda el robo de niños durante la Guerra Civil española y el posterior régimen franquista (1939-1975), por lo que destacó su interés en presentar la novela en Uruguay, Argentina y Chile, países donde ese "drama" tuvo "una expresión más conocida".

Según Prado, la gente asocia la sustracción de niños a las dictaduras que se instauraron en aquellos países durante los años setenta, pero España "para eso, como para tantos otros horrores, fue un vivero".

Por otro lado, el autor se mostró a favor de que la Ley de Caducidad de Uruguay sea sometida a referendo coincidiendo con las elecciones que se celebrarán en este país el próximo octubre, pues leyes como aquélla, "las de obediencia debida o las de Punto Final son un insulto para las personas que perdieron su vida", argumentó.

"Las democracias y los juzgados no están para perdonar nada", manifestó Prado, quien opinó que "no hay mayor obligación para un Estado democrático que defender a las víctimas, ampararlas, darles apoyo y financiarlas".

miércoles, 6 de mayo de 2009

En vivo desde Buenos Aires

En su periplo por Buenos Aires Benjamín Prado estuvo leyendo poesía en la Feria del libro de la capital Argentina. La bonaerense Rocío nos ha enviado un magnífico regalo desde allá(¡Muchas gracias!): La lectura del poema "El optimista", que lo disfruten



No es la primera vez que este poema se asoma por el blog, ni la primera que Benjamín lo recita, la anterior fue en su "concierto". Recuérdalo pinchando aquí.

martes, 5 de mayo de 2009

La realidad de mala gente que camina

Mientras sigue por Argentina hemos podido leer un reportaje que se publicó el pasado día 3 Benjamín Prado en las páginas del suplemento semanal de El País, un amplio reportaje sobre los niños secuestrados durante la dictadura franquista. Leyéndolo te trasladas a la ficción de Mala Gente que camina, pero se te eriza un poco más el pelo, porque aquí Dolores Serma no es un personaje, es una señora llamada María del Carmen, o Antonia Rada. La ficción, una vez más se queda corta ante la realidad. La que muestra Benjamín Prado en su reportaje y la que viven los personajes, no, personas esta vez, de su texto.

Vidas Robadas.
Por Benjamín Prado. El País.

Unos 30.000 niños, hijos de republicanos encarcelados o muertos, fueron a manos de familias del otro bando. Bastaba falsear sus vidas, sus apellidos. Hoy, los que quedan intentan, sin ayuda oficial, recuperar a los suyos, su pasado.

Algunos tenían una imagen que recordar. Otros no. Esto supone una gran diferencia entre los primeros y los segundos: mientras unos necesitaban recuperar su identidad, los otros ni siquiera llegaron a saber que la habían perdido. Se estima que desde el inicio de la Guerra Civil y hasta los años cincuenta, los sublevados de 1936 robaron a los republicanos alrededor de 30.000 niños, algunos para meterlos en seminarios u hospicios; otros para ser dados en adopción a ciudadanos afectos al régimen. En ocasiones, los niños habían sido separados de sus padres cuando tenían edad suficiente como para recordarlos, incluidos los encerrados junto a sus madres en las cárceles franquistas, donde les dejaban residir hasta los seis años. Pero en otras, nunca iban a conocer su origen los recién nacidos que les sustraían a las mujeres ingresadas en lugares como la Prisión de Madres Lactantes de Madrid y a las que, en muchos casos, fusilaban al poco de dar a luz. ¿Dónde fueron esos bebés? ¿Quién se los quedó? Resulta inquietante pensar en sus vidas falseadas y deducir que aún hoy habrá personas en nuestro país que no sean quienes suponen ser ni pertenezcan a las familias que consideran suyas. Han permanecido siete décadas ocultos y tampoco ahora hay demasiado interés en rescatarles del olvido.

Esa historia siniestra comienza incluso antes de la guerra y en teorías tan disparatadas como las del psiquiatra militar Antonio Vallejo Nájera, cuya tesis era que el marxismo es una enfermedad mental propia de personas intelectualmente débiles y moralmente despreciables. Siguiendo las doctrinas de la eugenesia y convencido de que la tara del socialismo se transmitía a quienes rodeasen al afectado, el estrambótico médico promovía el tratamiento con electrochoques a esos rojos de una especie humana inferior, su aislamiento en granjas y quitarles a sus hijos para evitar el contagio. Esto último tuvo una expresión macabra, pero que hizo fortuna: hay que separar el grano de la paja. Para poner en práctica sus teorías, Vallejo Nájera no tuvo más que esperar a que otro loco se hiciera con el país, y la sintonía entre ambos fue tan extraordinaria, que en cuanto empezó la guerra Franco lo nombró psiquiatra en jefe de su ejército, le dio permiso para que iniciase sus investigaciones con los prisioneros y firmó las leyes que hacían falta para que sus desvaríos se hiciesen realidad.

Esas leyes, publicadas en el Boletín Oficial del Estado en 1940 y 1941, otorgaban automáticamente al nuevo Estado la tutela de los niños internados en los hospicios del Auxilio Social, la institución caritativa que había fundado la viuda del líder falangista Onésimo Redondo, y le autorizaba a cambiarles los apellidos. Era una autopista hacia la impunidad, pues daba a los rebeldes carta blanca para secuestrar a los hijos de los republicanos, darlos nuevo nombre y hacerlos desaparecer de sus vidas. Nadie puede saber con exactitud cuántos fueron, entre otras cosas porque no existía ni registro de los nacimientos en los penales ni censo de la población infantil que acogían, aunque la escasa documentación no destruida -como tantas otras pruebas- en los últimos años de la dictadura muestra que decenas de miles fueron reeducados, y una buena cantidad de ellos, entregados a los seguidores del Alzamiento. En algunas circulares internas de Auxilio Social, sus responsables expresaban preocupación por el destino de estos niños, ya que les habían informado de que a muchos no se los llevaban para educarlos como a hijos, sino como criados.

Las ayudas oficiales para el esclarecimiento de esa trama macabra han sido nulas, como suele ocurrir con lo relacionado con la memoria histórica, y, de hecho, una de las cosas que proponía investigar el magistrado Baltasar Garzón en su intento de enjuiciar el franquismo era la odisea de los niños arrebatados a sus familias por los vencedores, pero la Audiencia Nacional lo paró. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) intenta ahora aprovechar un claro en la cortina de humo que hizo caer el tribunal, puesto que éste hablaba de que sólo podría actuar en caso de máxima urgencia, y con lógica argumentan que la edad de los afectados es razón más que urgente para ponerse en marcha: algunas personas que buscaban a sus familias murieron ya, y las que quedan rozan los 100 años. La ARMH solicita que se realicen de inmediato las pruebas de ADN necesarias, pero parece que ni la justicia ni el dinero público están ahí para ellos.

No deja de ser preocupante que si algunos de esos hombres y mujeres lograron reencontrar el hilo de su existencia nunca lo han hecho gracias a los poderes públicos, sino a la intervención de alguna ONG o porque algún medio de comunicación ha aprovechado el interés de sus peripecias para montar espectáculos televisivos en los que el reencuentro familiar aseguraba la audiencia (en Quién sabe dónde, los niños robados del franquismo se mezclaban con los fugados de sus matrimonios y demás prófugos de su propia autobiografía). Algunos casos de víctimas que aún pueden contar su calvario sirven como ejemplo del sufrimiento colectivo que causó el régimen a gran parte de la población española.

María del Carmen Calvo García no siempre se llamó así. Una de las particularidades del proceso era que a veces a los huérfanos se les ponía el apellido Expósito; en otras ocasiones, amparándose en la ley de 1941, les daban apellidos tradicionales: Gómez, Pérez, Rodríguez o González, y en otros casos ocurría algo más inaudito: los niños entregados a personas que, por el motivo que fuese, eran devueltos al orfanato llegaron a tener múltiples padres y apellidos. Un galimatías con consecuencias burocráticas. María del Carmen, por ejemplo, no pudo solicitar el permiso para desenterrar a su padre, fusilado en Toledo y arrojado a una fosa común: al no coincidir los apellidos no se le reconoció vinculación. Cuando pensaba en él recordaba que al poco de morir su esposa, en 1934, solo, con siete hijos, tomó la decisión de separarlos: tres, con sus abuelos; cuatro, internos a un colegio. Pero antes mandó hacer un retrato de la familia al completo. Cuando tiempo después sus nietos solicitaron copia de su partida de defunción (expedida en 1939 tras ser fusilado), en ella el nombre de María del Carmen había desaparecido.

Acostumbrada a ir descubriendo poco a poco su propia vida, ella sabe más de lo que recuerda: por ejemplo, que al inicio de la guerra, muy pequeña, las monjas del hospicio la enviaron a Francia junto a su hermana Florencia; que estuvo en Perpiñán y Burdeos y que vivió un tiempo con una familia francesa de la que nada sabe. También que el Servicio Exterior de la Falange intentó traer de vuelta a España a su hermana, y a ella unos cuáqueros llevarla a EE?UU. Florencia, entonces de ocho años, lo evitó escondiéndose en una carbonera hasta que los agentes fascistas pasaron de largo, y lo segundo lo quiso impedir ella no soltándose jamás de la mano de su hermana. Pero un día las separaron para vacunarlas y no volvieron a verse: la mayor regresó a España y pudo reunirse con su familia; de la menor no volvió a saberse. Cuando Florencia indagó, las monjas le aseguraron que había muerto de tifus en el tren a España y la habían enterrado en algún lugar junto a las vías. Pero los niños invisibles también dejan huellas, y, como sus raptores los inscribían a veces en los registros civiles allí donde los llevaban, sabemos que María del Carmen estuvo en Igualada, en Irún y en Carabanchel, en un orfanato religioso llamado Villa San Miguel, bajo la tutela de Protección de Menores. Allí fue a buscarla un matrimonio de tenderos de Jumilla, y con ellos pasó toda su vida. La trataron bien, pero ella nunca olvidó que su verdadera familia era otra. Hizo lo posible por encontrarla. Más adelante, ya casada y con seis hijos, solía contarles su odisea, aunque sonara ya a batallita lejana.

Una noche, 60 años más tarde, María del Carmen, antes María Expósito y María Pérez Gómez, estaba en casa cuando sonó el teléfono y una de sus hijas le aconsejó que pusiera la tele: estaban dando un programa al que una mujer llamada Florencia decía haber ido para tratar de encontrar a su hermana perdida en la guerra. Los presentadores afirmaban haberla encontrado, así que María del Carmen decidió presentarse en el plató. Ante sus ojos se sucedía la escena del reencuentro entre las supuestas hermanas, aunque la verdad era que no parecían reconocerse. Florencia sacó del bolso la única foto de su familia al completo, y la mujer que tenía enfrente ni se inmutó. En la grada, María del Carmen le susurró a su hija: "Ésa soy yo, la que está en las rodillas del padre". Pero nada desveló, intimidada por el medio y porque el espectáculo televisivo continuaba, encaminado a demostrar que Florencia había encontrado a su hermana y que la confusión de ésta era lógica, teniendo en cuenta su edad entonces, los años transcurridos y el lavado de cerebro que les debían de hacer a los niños que se llevaban.

Al acabar, María del Carmen se acercó a Florencia. Y entonces ocurrió. Florencia la miró fijamente, se le hizo un nudo en la garganta y dijo: "Yo a ti te conozco y te quiero mucho". Florencia y María del Carmen intercambiaron teléfonos y a partir de aquella noche pasaron cuatro años hablando, aunque persistían las dudas. Alguno de sus hermanos sostenía: "No te fíes, ésta quiere sacar algo de nosotros". Pero las dos mujeres reunieron dinero para las pruebas de ADN y el resultado fue un 96,9% de posibilidades de ser hermanas. Aun así, el primogénito, incrédulo, no se conformó. Tomó un tren y se presentó en casa de María del Carmen para desenmascararla. Cuando llamó a la puerta y ella abrió, aquel hombre dejó caer la maleta y se echó a llorar: era idéntica a su padre.

Historias como la de María del Carmen son insólitas, pero no raras, una paradoja que se explica por la vocación de exterminio que amparó desde el primer instante a los insurgentes de 1936, tan empeñados en masacrar a sus rivales ideológicos como en borrar del mapa de España sus ideas. A pesar de ello, las diferentes asociaciones vinculadas a la memoria histórica que luchan por los derechos de las víctimas no han logrado que ningún Gobierno les apoye; ni que les preste ayuda económica que no pueda considerarse limosna; ni que el dictador sea calificado oficialmente de genocida; ni que sus miles de asesinatos se cataloguen como crímenes contra la humanidad, lo que impediría que pudieran considerarse prescritos o amnistiados; ni que la apología del franquismo sea delito... Tampoco se han querido hacer cosas tan simples como un registro de ADN con los afectados por la trama del robo de niños, o tomar declaración a personajes como Trinidad Gallego, una comadrona de casi cien años que prestó sus servicios en la cárcel de Ventas, testigo de numerosas sustracciones de recién nacidos. Después de estar encerrada años por sus ideas, de pasar hambre y de tener que soportar, tras ser liberada, los abusos sexuales de un médico que la amenazaba tras cada violación con devolverla a la cárcel si lo denunciaba, Trinidad no ha tenido la satisfacción de que algún juzgado recoja su testimonio.

Otra mujer que también tuvo varios nombres y una foto que esclareció su vida es Antonia Rada, antes Antonia Herrera Cano. Su tormento comenzó al estallar la sublevación militar. Su madre fue arrestada y llevada junto a la niña, entonces de dos años, a la prisión de Guadix. Ellas eran el cebo: la pieza que buscaban sus captores era el padre, un jornalero a quien fusilaron en cuanto fue a entregarse para que las liberaran. Antonia asegura haber presenciado el ajusticiamiento: se escapó de la celda al ver a su padre desde la ventana, corrió hacia el patio, y al llegar y llamarlo, él se giró y levantó la mano en gesto de despedida, justo cuando los tiros lo abatían. Antonia, ya huérfana, fue arrebatada a su madre, aunque permaneció en la misma cárcel de Santa Cruz de Tenerife. Y cuando la mujer oyó que a los niños los daban en adopción al cumplir tres años, le pidió a otra reclusa que salía en libertad que la cuidara hasta el fin de su condena. Le firmó una autorización y le dio una foto, en la que estaban juntas madre e hija, para que Antonia la recordara. La compañera, sin embargo, no cumplió: se fue a ver a la dueña de una tienda de alta costura que no podía tener hijos. Antonia cree que la dieron a cambio de un traje de novia. Lo supo después, porque lo que le repitieron una y otra vez en su infancia fue que su madre "la había regalado como a un perro", que sus progenitores eran unos indeseables. Ese veneno la llenó de rencor.

"Y pretendieron hacerme creer que ellos también eran familiares míos, pero algo no me encajaba. Recuerdo que cuando hice la primera comunión les pregunté: '¿Y por qué no llevo vuestros apellidos?'. La respuesta: 'De eso no se habla'. Un día, mientras miraba fotos de una caja, encontré una de una mujer alta, con moño y una niña en brazos que, sin duda, era yo. Le pregunté a mi madre adoptiva y se puso muy nerviosa. Me dijo que era una amiga fallecida y me la quitó. Esa foto, claro, era la que mi madre le había dado a la compañera de cárcel. Se me quedó grabada. Un día se me ocurrió peinarme igual que en la foto, me recogí el pelo, y mi madre adoptiva, al verme, gritó: '¿Qué haces? ¡No te peines así!'. '¿Por qué?', le pregunté. Ella, muy pálida, me respondió: 'Porque me recuerdas a alguien...'. Me armé de valor: '¿A quién? ¿A mi madre?".

La tela de araña de la mentira empezaba a romperse, y Antonia siguió obsesionada por saber lo ocurrido y si su madre biológica vivía. Un tiempo después, cuando murió su padre adoptivo, encontró una carta que la dejó perpleja: "Era de uno de mis ocho hermanos, que estaba haciendo la mili en Ceuta, y en ella decía que iba a ir a Tenerife a buscarme porque había descubierto dónde y con quién estaba, y también afirmaba que quería llevarme con él. Yo podía no haber dado crédito a lo que leía, pero recordé que en una ocasión, con ocho años, una monja de mi colegio me dijo: 'Antonia, ven, que tienes una visita. Tu hermano'. Yo dije que no tenía ninguno. Pero me llevaron ante él. Y entonces pasaron dos cosas: una, que sentí miedo, porque desde que había visto a los soldados que mataron a mi padre tenía terror a los uniformes, y él iba de uniforme; y la otra es que cuando me dijo quién era y que quería llevarme a casa con mi auténtica familia, yo me eché a llorar y le dije: 'No tengo más familia que ésta... ¡Vosotros me habéis regalado como a un perro!'. No volvió a dar señales de vida, ni debió de comunicar su hallazgo a su madre, y se llevó el secreto a la tumba al morir. Antes tuvo algún otro contacto con el padre adoptivo de Antonia, porque ella encontró otra carta en la que éste le pedía permiso para llevarla con ellos a Venezuela. Lo necesitaba porque como no le habían cambiado los apellidos, precisaba una autorización legal. Como el hermano no quiso firmar ningún permiso, la llevaron a un notario, la bautizaron y le pusieron sus apellidos. Eso fue "en 1948 o 1949", dice.

La suma de todo da como resultado la confusión, y esa confusión la atormentó toda su vida. "¿Por qué mi madre tardó 54 años en ir a buscarme? Si mi hermano le contó que me había encontrado, ¿por qué no me reclamaron?". Algunas preguntas encontraron respuesta, una vez más, en Quién sabe dónde, cuando a otra de sus hermanas se le ocurrió ponerse en contacto con sus realizadores. Para empezar, encontraron en los archivos de la cárcel de Santa Cruz de Tenerife un documento clave: el que había firmado su madre autorizando a su compañera de cautiverio, Candelaria Hernández, para que se llevase a Antonia. Al indagar sospecharon que ni esa mujer había actuado por un impulso, ni las autoridades penitenciarias habían estado al margen. Antonia no sabía eso, ni tampoco que el nombre que le habían puesto sus padres era el de Pasionaria, que tuvieron que cambiárselo en 1938 para protegerla. También que el hermano que había ido a buscarla podía haber sido demasiado cauteloso al no querer decirle nada a su madre hasta ver en qué acababa todo, pero que además tampoco tuvo tiempo, porque falleció pronto. Y Antonia supo algo más: "Mi madre verdadera, a la que yo guardaba gran rencor, había vivido destrozada por el dolor de no poder estar conmigo. Jamás se había quitado el luto, durmió 60 años con mi foto bajo la almohada. Supe todo eso, aprendí su nombre y apellidos, Carmen Cano Villegas, y que vivía en Gerona. Y hasta su muerte mantuvimos una buena relación. Mi ex marido, que era franquista, intentaba evitarlo y me decía que me alejara de ellos, que los rojos eran gentuza, que había tenido mucha suerte de que me apartaran de ellos. Ya sabes, lo de separar el grano de la paja".

Estremece pensar en aquel país lleno de niños perdidos o abandonados, de hospicios del Auxilio Social o seminarios donde iban a verlos, a tasarlos, a llevárselos... La beneficencia franquista era, en realidad, parte del aparato represor de la dictadura, y en los internados trataban a las criaturas con métodos castrenses. Uxenu Ablana, que tiene ya más de setenta años, vive en Santiago de Compostela y pertenece a la Asociación de la Guerra y el Exilio, tiene también una historia tremenda a sus espaldas, en la que asoma otra de las esquinas del infierno, la del abuso sexual.

Uxenu perdió a su madre al empezar la guerra, pero hasta hoy no sabe lo que le ocurrió, ni ha podido averiguar dónde está enterrada. Durante años le dijeron que había muerto a causa de un aborto, pero vecinos de Pravia, que era donde vivían, le contaron otra historia: los sublevados la habían detenido y torturado para que contara dónde estaba su padre, y había muerto mientras la azotaban salvajemente. El padre, al que condenaron a 30 años de prisión, pasó ocho en la cárcel, y cuando salió no quiso hablar jamás del tema a su hijo. A Uxenu (que sostiene que en realidad a él lo mataron en 1936 y aplaude el verso con el que Ángel González define la posguerra: "Quien no pudo morir, continuó andando") lo internaron en centros del Auxilio Social desde los seis hasta los dieciséis. En ellos dice haber sufrido maltrato. "A todos nos pegaban, y a mí, que era algo rebelde, más. En el orfanato de Pravia llegaban a castigarnos sin cenar una semana entera, y en otro de Avilés, el ayuno llegaba hasta los 15 días: imagínate, con el hambre que ya pasábamos. Otras veces nos encerraban en un armario diminuto que había en el hueco de la escalera, y allí tenías que limpiar los zapatos de todos. Nuestra educación era casi inexistente, poco más allá de las cuatro reglas matemáticas, porque todo el tiempo lo gastaban en obligarnos a aprender himnos falangistas y doctrina católica. Además, algunos sacerdotes abusaban de los niños. Uno de ellos solía dejarme una bicicleta y me mandaba a hacer recados. Al volver, me decía: 'Niño, quítate los pantalones y mete los pies en esta palangana de agua caliente, que te los voy a lavar como a Jesucristo'. Pero las manos del cura empezaban pronto a subir por las piernas y a acariciarme el sexo. Un día me desperté en la noche y lo encontré en mi cama, tumbado a mi lado, desnudo y con una gran erección, acariciándome. Mi caso no era una excepción. Otros curas iban a buscar a los niños al hospicio, supuestamente para dar un paseo por el campo y que respirasen aire puro, y cuando estaban apartados les ofrecían dinero por dejarse masturbar, con lo cual, decían, les sacaban el diablo de dentro. A mí, una tarde, dos me llegaron a ofrecer 100 pesetas, que era una fortuna. No lo lograron, pero sí meterme por la fuerza a monaguillo". Una noche en que llevaba ya cuatro o cinco días sin probar bocado, una monja despertó a Uxenu para aumentar el castigo cortándole el pelo al cero, "y yo, harto de golpes y suplicios, le di un empujón, salté por una ventana y me escapé de aquel infierno. Fui andando hasta Oviedo, donde estaba mi padre, y al ver que nadie iba a reclamarme, me quedé allí, trabajé en un taller y me hice viajante, como él".

Lo cierto es que muchos niños fueron robados en la España fúnebre de la dictadura, que una cantidad intolerable de ellos nunca llegaron ni llegarán a saber quiénes son, y otros, aunque pudieron reconstruir sus orígenes, no logran completar el rompecabezas porque no reciben casi ayuda para hacerlo. Y es difícil lograrlo con medios propios, porque toda su existencia suele estar llena de misterios y medias verdades. Hay casos como el de Julia Manzanal. Su hija murió en la cárcel donde había sido encerrada con ella, al igual que sucedía con cientos de niños por epidemias de tifus o meningitis que arrasaban los centros penitenciarios, donde la comida era basura; la atención médica, simbólica, y la suciedad lo enfangaba todo. Julia -que hoy vive en Madrid y siente un enorme dolor al recordar, hasta el punto de que sus familiares permiten que se le hagan fotos, pero piden que no le hablen de aquello porque se altera- al menos tuvo la ocasión de hacer público su calvario: fue una de las protagonistas del documental Los niños perdidos del franquismo (de Montse Armengou y Ricard Belis). La vida de Julia es terrible, pero al menos sabe la verdad, aunque siga preguntándose qué habría pasado si su niña no hubiera muerto, qué habría hecho, cómo habría sido su vida...

Otros, como Carlos Mercader Bellver, siguen intentando conocer los detalles. A él lo abandonó su madre en diciembre de 1936, seguramente por no poder alimentarlo, y fue recogido por unas monjas y llevado a un convento-hospital de Valdepeñas. A partir de ese instante todo es niebla. Cuando llevaba allí una buena temporada apareció un comisario político llamado Diego Mercader Bellver que le dio sus apellidos. Cree que era su padre, y al seguir su pista ha sabido que fue herido en Huesca, lo llevaron preso a Barcelona y luego a Pueblo Nuevo, que fue condenado a muerte e indultado. El niño, mientras, vivió con una familia de la que no guarda recuerdo, y al acabar la guerra fue enviado a un hospicio de Ciudad Real. Allí, otra familia se hizo cargo de él y lo devolvió a Valdepeñas. El deseo de esas personas era que fuera compañero de juegos de su hija, pero cuando ésta se hizo mayor ingresó en un convento, y su falso hermano fue devuelto al Auxilio Social. En orfanatos estuvo de los nueve a los veintiún años, pasando por varios en Madrid, entre ellos, en el mismo que el dibujante Carlos Jiménez, que ha inmortalizado los horrores sufridos en su obra Paracuellos.

"A mi padre no llegué a verle de verdad. Aunque una vez que estaba enfermo fue a Valdepeñas y me visitó. Me dio una medalla, pero las monjas me la quitaron. Con los años, mientras yo hacía el servicio militar, alguien me habló de un hombre de un juzgado de Almadén que llevaba mis mismos apellidos. Soy muy tímido, me daba vergüenza molestar a aquel hombre, pero le envié una carta, a la que él contestó con amabilidad, pero evasivo. Nunca dijo que fuese mi padre, tampoco lo contrario. Dejé pasar el tiempo, no quería que pensara que quería algo de él, algo material. Pero, al final, decidí presentarme en Almadén para hablar. Por desgracia, ya había muerto". Pero aún hay otro cabo suelto de la historia de Carlos Mercader. Una mañana, un cliente del banco de Huelva en donde trabajaba, le dijo: "Vaya, qué casualidad, lleva usted mis apellidos. Yo soy hijo de una mujer que se llama Dolores Mercader". Y Carlos piensa seguir ese rastro: "Voy a quemar mi última vela, a ver si consigo saber quién fue mi madre, qué le ocurrió. Tengo datos que dicen que probablemente huyera de Valdepeñas hacia Alicante o Almería. Quiero saber de dónde provengo y qué pasó. No es agradable vivir sin saber quién eres". Niños robados, vidas tachadas y reescritas... No queda demasiado tiempo. Si nadie lo evita, todo su sufrimiento caerá en los pozos del olvido, esos agujeros negros de los manuales de historia, las hojas arrancadas del libro de la democracia.